La batalla de Junín fue uno de los últimos y más cruciales enfrentamientos entre los ejércitos realistas y patriotas durante la gesta de la independencia del Perú, librada el 6 de agosto de 1824 en las pampas de Junín. Este combate singular se ganó el apodo de «la Batalla silenciosa» debido a la extraordinaria circunstancia de haberse librado exclusivamente con armas blancas sables y lanzas sin que se disparara un solo tiro de fusil o cañón. Fue una carga de caballería pura, un choque brutal y personal que sorprendió tanto a las tropas como a la historia, representando un golpe decisivo contra las fuerzas españolas y allanando el camino hacia la victoria final en Ayacucho.
Bajo el mando supremo de Simón Bolívar, las tropas patriotas se enfrentaron al ejército realista liderado por el General José de Canterac. A pesar de una fase inicial desfavorable para los patriotas, la audacia y la disciplina de sus escuadrones de caballería, sumadas a la confusión generada por el inesperado estilo de combate, permitieron revertir la situación. La ferocidad del choque cuerpo a cuerpo, sin el estruendo de la pólvora, maximizó el impacto psicológico y físico de la confrontación, dejando a los realistas desorganizados y en retirada. Esta victoria no sólo elevó la moral de las fuerzas independentistas, sino que también debilitó significativamente la posición estratégica del virreinato, preparando el terreno para la campaña de Ayacucho que sellaría la independencia sudamericana.